Reflexiones
Artículo de Germán Ortiz
Sexualidad y adolescencia: una conversación urgente

Como parte de la propuesta, los directivos nos pidieron que generáramos un espacio de preguntas abiertas, por separado, para varones y mujeres. Así fue como me encontré rodeado de adolescentes bajo un techo sin paredes, a pocos metros de unas parrillas donde padres y madres cocinaban pollos para la cena.
La dinámica era sencilla: cada uno escribía su pregunta en un papel y la colocaba en una urna. Solo dos preguntas aparecieron. Una sobre un conflicto entre compañeros… y la otra decía textualmente: «¿Está bien el sexo oral?»
El murmullo general no tardó en llegar: risas nerviosas, miradas cómplices, expectativa… Y ahí estaba yo. Les habían prometido que respondería todas las preguntas. Y esa no era la excepción.
Una conversación que ya comenzó… aunque no la hayas iniciado vos
A veces creemos que hablar de sexualidad con adolescentes puede «adelantarles temas». Lo cierto es que los temas ya les llegaron. Y hace rato. Uno de los chicos que acompañé hace unos años me dijo, con toda naturalidad:
—Yo estos temas los hablo con Google.
Y no bromeaba. Google, YouTube, TikTok, las series, los influencers, los gamers… todos están conversando con ellos. Les están enseñando. Formando criterios. Instalando valores.
Lo preocupante es que muchos adolescentes ya tienen una opinión sobre temas complejos sin haberlos hablado nunca con un adulto que los ame y los cuide. Eso me asusta. Me impulsa. Y me obliga a preguntar: ¿seremos nosotros los que abramos conversaciones con verdad, gracia y amor… o dejaremos que otros las abran primero?
¿Censurar, controlar… o discipular?
La primera reacción de muchos adultos es pensar en aumentar los controles parentales. Filtrar contenidos. Restringir el uso de dispositivos. Aislar. Pero Jesús fue claro en su oración al Padre:
“No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del maligno.” (Juan 17:15)
El aislamiento no forma santos. La santidad no es represión. Es respuesta valiente al llamado de Jesús. No es decir «no» por miedo, sino «sí» al amor verdadero. No es obedecer por imposición, sino por convicción.
En ese encuentro en el campamento, cuando devolví la pregunta del sexo oral al grupo, se abrió un diálogo profundo. Algunos adolescentes lo consideraban una práctica inadecuada delante de Dios; otros, no veían ningún problema. Uno citó Romanos 1 y habló del «uso natural del cuerpo». Otro planteó: “Si los dos están sanos, ¿por qué no?”.
Mi objetivo no era dictar una norma. Era ayudarlos a pensar como Jesús. Y para eso, cambiamos la pregunta:
—¿Es provechoso? ¿Es edificante? ¿Respeta al otro?
Eso es lo que enseña Pablo en 1 Corintios 10:23-24:
“Todo está permitido”, pero no todo es provechoso. Uno no puede pensar solo en uno mismo. Hay que pensar en lo que conviene para el bien de los demás.”
Discipular a los adolescentes incluye ayudarlos a cultivar una sexualidad sana. También implica dar herramientas para prevenir el abuso. No son temas menores. Son esenciales. Y son, urgentes.
Lo descubrí una tarde en un campamento escolar, en el interior profundo de mi país. Habíamos viajado 16 horas en ómnibus para acompañar a chicos y chicas entre 12 y 17 años.
Discipular la sexualidad: desde el amor, no desde la vergüenza
Nuestros adolescentes necesitan adultos que hablen del cuerpo, el deseo, los límites y el respeto sin vergüenza y sin tabúes. Necesitan que les mostremos con palabras, actitudes y gestos que la sexualidad fue creada por Dios como algo bueno, hermoso y destinado a vivirse con amor comprometido.
La genitalidad fue pensada por Dios como expresión del pacto de amor entre dos personas que se eligen en el marco del matrimonio. Pero más allá del cuándo y del cómo, la gran pregunta no es si algo está permitido, sino si construye.

Prevenir el abuso desde el discipulado
Cuando nuestros adolescentes entienden que su cuerpo vale, que sus decisiones importan, que su consentimiento es clave, que no todo lo que “se siente bien” hace bien… entonces también estamos previniendo el abuso.
No hay mejor estrategia preventiva que la comunicación abierta, el oído atento y el abrazo que contiene. Si no hablamos nosotros, hablarán otros. Si no discipulamos con verdad, lo harán los algoritmos. Y lo harán sin amor.
¿Qué podemos hacer como padres y líderes?
- 1. Hablar a tiempo. Las conversaciones incómodas deben llegar antes que los hechos dolorosos.
- 2. Escuchar con respeto. Sin juzgar, sin minimizar, sin ridiculizar.
- 3. Formarnos permanentemente. Leer, consultar, crecer en conocimiento y sabiduría.
- 4. Incluir a profesionales. No todo lo podemos abordar solos. Contar con expertos es una señal de madurez.
- 5. Capacitar a padres. Crear espacios para que también ellos se sientan acompañados.
- 6. Modelar lo que predicamos. Nada convence más que una vida que respira lo que cree.
Y sobre todo… amar.
Jesús oró por nosotros para que el amor con el que el Padre lo amó, esté también en nosotros (Juan 17:26). Ese amor es el que da sentido. El que afirma la identidad. El que nos santifica. El que edifica una sexualidad sana y relaciones sanas.
Padres, pastores, líderes… esta conversación no puede esperar. Porque mientras nosotros dudamos o callamos, los chicos ya están preguntando. Y alguien, allá afuera, ya les está respondiendo.
¿Nos animamos a ser nosotros los que respondan con amor, verdad y presencia?

